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“El diputado Quini Seis, Gerardo González y el premio consuelo de la política basura traicionando a Milei”: El editorial de Leo Fernández Acosta

Gerardo “Quini Seis” González, el diputado que ni Milei quería mostrar, pasó de libertario trucho a traidor profesional: acomodó amantes, vendió remeras al Estado, se entregó a Insfrán y ahora juega a la extorsión política para estirar su vida útil de parásito con fueros.

Gerardo González, alias el diputado Quini Seis (1 posibilidad en 9 millones de que fuera electo), es el mejor ejemplo de lo que Milei alguna vez llamó “la casta”. Solo que en este caso la casta no lo aceptaba ni para las fotos, porque hasta dentro de La Libertad Avanza lo consideraban un impresentable. Pero claro, en la Cámara de Diputados cada poroto suma, y ahí estaba este personaje, disfrazado de libertario, con los bolsillos llenos de subsidios y las manos listas para aplaudir lo que fuera, siempre y cuando el negocio cerrara.

El problema fue cuando apareció Atilio Basualdo, el señor feudal de Las Lomitas, que se quedó con el sello de LLA en Formosa como quien se lleva un llavero de recuerdo. Ahí el pobre Quini Seis entró en pánico: olió la amenaza, se dio vuelta como tortilla en sartén de fonda y corrió desesperado a anotarse en el “bloque de los traidores” junto a Carlos D’Alessandro, Marcelo Pagano y Lourdes Arrieta. Una cofradía de resentidos que descubrieron que la rebeldía paga más que la disciplina.

Todos ellos habían dado quórum en la sesión convocada por la oposición y más tarde rechazaron el veto presidencial sobre discapacidad, pegaron el portazo. A ellos se sumó el formoseño veleta. La nueva bancada de llamará “Coherencia” lo cual le pone un moño al absurdo.

El viernes pasado todavía posaba sonriente en la presentación de la alianza opositora de LLA en Formosa, y para el lunes ya estaba cocinando su pase exprés a “cualquier lado”. Cualquier lado le viene bien, total lo suyo no es la ideología sino la billetera. En ese sentido, González es coherente: es un mercenario político de manual.

Advenedizo, paracaidista y oportunista serial, este diputado siempre supo cómo acomodar a su zoológico afectivo: parejas, amantes, parientes y conocidos que fueron cayendo en cargos como si se tratara de premios en una kermés barrial. Y mientras tanto él, instalado cómodamente en Buenos Aires, se dedicaba a la vida loca: cobrar sueldos del Estado que dice odiar, mientras improvisa su papel de opositor de utilería.

Lo gracioso —o más bien patético— es que ya no le falta nada para completar la farsa: solo le queda blanquear su relación con Gildo Insfrán, el mismo que en otros tiempos le garantizaba contratos truchos para vender remeras desde una cooperativa fantasma. Ese es el verdadero ADN de Quini Seis: el negocio primero, la política después.

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Los indicios sobran. Una de sus amigas, Marlene Verón, titular del PAMI en Las Lomitas, fue de las pocas que se animó a sacarse una foto con él el viernes. El detalle es que a las 72 horas ya no estaba en el PAMI: había terminado abrazada a Eber Solís en los festejos del Día del Niño en Las Lomitas, porque la habían rajado. El manual del traidor es breve y cruel: primero foto, después portazo.

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Este portal ya lo había anticipado: Basualdo se comería crudo el sello de LLA en Formosa, y todos los referentes de utilería terminarían o de secretarios administrativos o directamente en la calle. El caso de Quini Seis es distinto: no se lo puede echar por inútil, porque la inutilidad es su marca registrada. Lo que hace es exprimir lo que le queda de vida política subsidiada, dedicándose a traicionar y después a extorsionar.

El guion es tan predecible que asusta: lo único que todos sabíamos —menos Karina Milei y Martín Menem, claro— es que este personaje terminaría mordiendo la mano que le da de comer.

Los gildistas dentro de LLA ya no saben dónde meterse. Lo ven a González jugando a dos puntas y entienden que el circo tiene fecha de vencimiento. Porque en Formosa todos conocen, con lujo de detalle, sus chanchullos locales, sus favores políticos, sus negocios familiares y sus amistades de ocasión.

En resumen: Quini Seis no es un diputado. Es un boleto premiado del peor sorteo de la política argentina. Una desgracia disfrazada de suerte. Un parásito que vive de los contribuyentes mientras juega a ser importante en un escenario donde ya nadie lo quiere ni para la foto. Lo peor de todo es que también la traición de González fue algo preanunciado por el Portal Formosa Investiga cuando todavía no había asumido y era empleado ñoqui de la Jefatura de Gabinete de Insfrán, con Pomelo Ferreira.

(Por Leo Fernández Acosta).

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