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Formosa, la provincia que cuenta con parques acuáticos, circuitos de karting, canchas de jockeys y estadios, pero no cuenta con un sistema moderno de red pluvial para que no se inunde la ciudad

Formosa celebra tres décadas del gobierno peronista liderado por Gildo Insfrán, conocido por su implementación del llamado “modelo formoseño”. Sin embargo, detrás de los logros en infraestructura y obras públicas, emerge un problema persistente que afecta profundamente la calidad de vida de los ciudadanos: la ausencia de una red pluvial moderna y eficiente.

En los últimos años, la provincia ha destinado recursos significativos a proyectos como parques acuáticos con olas artificiales, canchas de hockey, kartódromos, estadios como el Cincuentenario y piletas olímpicas climatizadas. Si bien estas obras pueden fomentar el deporte y el ocio, muchos vecinos de la ciudad capital consideran que no representan una prioridad frente a necesidades urgentes como un sistema de drenaje pluvial.

La ciudad de Formosa ha crecido y se ha expandido en las últimas décadas, pero este desarrollo no estuvo acompañado de una planificación urbana adecuada. Antiguamente, el arroyo Colluccio (Av. Kirchner) y el riacho Itatí (Av. Barbieris) facilitaban el escurrimiento natural de las aguas hacia el riacho Formosa y, de ahí, al río Paraguay. Sin embargo, estos cauces fueron reemplazados por tubos de dimensiones más estrechas, lo que provoca frecuentes inundaciones durante lluvias intensas.

Barrios como Nueva Formosa y los lotes 110 y 111 son testigos de cómo la falta de infraestructura adecuada complica cada precipitación. Aunque el municipio realiza tareas constantes de limpieza de canales y zanjas, y despliega cuadrillas para despejar bocas de tormenta, estas medidas resultan insuficientes sin una red pluvial diseñada para soportar el caudal generado por las tormentas actuales.

El cambio climático, con lluvias más intensas y frecuentes, agrava esta problemática. Esto plantea un llamado urgente a replantear las prioridades y a redirigir recursos hacia soluciones que brinden respuestas concretas a los ciudadanos que, cada vez que llueve, enfrentan calles anegadas, barrios inundados y una sensación de abandono.

Es momento de abrir el debate sobre qué tipo de desarrollo quiere la ciudad y cómo debe prepararse para los desafíos climáticos del futuro.

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