Mientras la producción citrícola de Formosa ronda apenas las 14 a 19 mil toneladas anuales y está lejos de ser líder nacional, el diputado Ramiro Fernández Patri celebra un festival financiado con recursos públicos —con cachés millonarios para artistas nacionales como Nicki Nicole— como si fuese la prueba viva del “modelo productivo” de Gildo Insfrán.
En Formosa la política tiene un don peculiar: transformar un festival en “síntesis de la diversificación económica” y un escenario de artistas pagados con dinero del Estado en vitrina de un modelo productivo. Al menos así lo entiende el diputado nacional Ramiro Fernández Patri, quien en diálogo con la agencia oficial AGENFOR se refirió a la última edición de la Fiesta Nacional del Pomelo en Laguna Blanca como si fuera el resultado tangible de décadas de planificación y éxito productivo.
El problema es que los números de la realidad no acompañan la épica. En Formosa se producen unas 14.000 a 15.000 toneladas de pomelo por año, según datos de Infocampo. Incluso fuentes como Agrositio, La Nación y Agroempresario ubican a la provincia entre las que menos aportan al total nacional, con un rango de 14 a 19 mil toneladas anuales. Muy lejos de Salta, la principal productora con unas 47.850 toneladas, o de Corrientes, que alcanza las 27.000 toneladas, de acuerdo con cifras de Mercado Central y portales especializados.
Si algo sintetiza el festival, entonces, no es la diversificación ni la industrialización, sino la capacidad del gobierno provincial de destinar millones de pesos a espectáculos masivos en lugar de transparentar políticas que realmente sostengan al pequeño productor. Para colmo, entre las “estrellas” contratadas figuraron cantantes como Nicki Nicole y otros artistas de renombre, con cachés millonarios que nada tienen que ver con la producción citrícola ni con la identidad regional. Una muestra más de que el festival terminó siendo más circo que pomelo.
Fernández Patri se permitió incluso hablar de “austeridad”, en un escenario donde artistas nacionales, logística, infraestructura y publicidad se pagan con recursos públicos que nadie sabe calcular con exactitud. El festival, que debería ser una vidriera de la producción, termina convertido en escenografía política: luces, música y discursos oficiales que esconden la falta de competitividad, los problemas de comercialización y la migración de productores hacia otros cultivos o directamente hacia el abandono.
En su intervención, el legislador repitió el guion conocido: el PAIPPA de 1996, el turismo como motor y la “justicia social” que supuestamente diferencia a Formosa del resto del país. Todo un repertorio de frases que suenan bien en la teoría, pero que en la práctica se traducen en más gasto político y menos soluciones concretas para los que producen.
El cierre no podía faltar: elogios al gobernador Gildo Insfrán, al intendente Ricardo Lemos, al diputado Carlos Insfrán y al Ministerio de Turismo. Una cadena de agradecimientos que funciona como sello de un festival que, lejos de reflejar la potencia productiva del pomelo, refleja la potencia del aparato político para apropiarse de símbolos y convertirlos en propaganda.
En Formosa, el pomelo ya no es una fruta: es un decorado. Y lo que se celebra cada septiembre no es la producción, sino la capacidad oficial de hacer pasar entretenimiento por política de Estado.
(Por Leo Fernández Acosta).
