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El Chango Spasiuk vuelve a Santa Fe con un disco internacional: “La diversidad es un tesoro que tenemos que cuidar”

El encierro obligatorio impuesto por la pandemia de coronavirus en casi todo el mundo le permitieron al Chango Spasiuk grabar un disco desde la intimidad de su hogar con participación de músicos de distintas partes del globo. “Eiké” es una celebración de la diversidad y de comunicarse desde el corazón: “es entrar en el alma, es un diálogo de corazones abiertos”, sostuvo en reconocido acordeonista en una entrevista con Andrea Viñuela, Martín Cartellone, Ailén Fortuna y Nachi Hernández por La Octava Nota, en AIRE.

El músico se refirió a su último trabajo discográfico, el 11° de su trayectoria, y que lo traerá nuevamente a la ciudad de Santa Fe después de varios años: “hace tanto que no voy que tengo muchas ganas de tocar mucha música, estoy muy feliz de este concierto y de poder compartir con ustedes”, relató Spasiuk con entusiasmo.

La charla con el Chango fue un recorrido histórico, sonoro y espiritual sobre su vínculo con la música y con las raíces, una reflexión sobre los caminos de la vida y de la trayectoria, de ponerle corazón a las cosas para que tengan sentido y de reencontrarse con el primer acordeón que tuvo de niño, y que forma parte de la grabación de Eiké como un puente con la infancia.

“Es un diálogo de corazones abiertos”

“Eiké! quiere decir entrar, y en pandemia yo grabe un disco en el living de mi casa con invitados de todo el mundo que les iba escribiendo (Carlos Nuñez en Galicia, Santaolalla, Franco Luciani toca la armónica, algunos músicos de Misiones, Estados Unidos, Noruega) y cuando el proyecto iba agarrando forma hablé con una amiga de asunción del Paraguay y le conté que estaba grabando un disco en el living de mi casa e que invité a un montón de artistas que admiro, y ellos graban desde su casa, y Alejandra Peña Gil me dijo: ‘la palabra de tu disco es Eiké, porque Eiké no solo significa entrar a alguien al mejor lugar de tu casa, sino que el mejor lugar de tu casa es tu corazón’. Por eso de alguna manera una metáfora de Eiké! es entrar en el alma, es un diálogo de corazones abiertos, la gente está entrando al corazón de mi casa donde grabo mi música, donde desarrollo mis ideas, están entrando a mi mundo anímico y emocional, y no solo es un dialogo entre los artistas que hemos grabado, sino también con el público que me viene escuchando hace tantos años”, sostuvo Spasiuk sobre el concepto de su último trabajo.

El acordeonista agregó que “uno siempre fantasea con grabar algo en la casa, yo soy de la tradición, de la generación, donde grabar era ir a un estudio, pero en la pandemia digo, bueno, voy a tocar el piano, voy a leer poesía, voy a tocar el acordeón y compartir este momento íntimo con la gente… empecé así… algunas canciones de este Eiké! son así, que toco solo el acordeón, que improviso solo en el piano, y después se me ocurrió invitar a otros. En algún momento de mi vida pensaba y decía ‘me gustaría grabar un disco encerrado, y mostrarle a la gente ese piano donde compongo mi música, y leer algo de poesía’, y bueno, de golpe me vi en la pandemia rodeado de micrófonos, y de un software, y un amigo que me mostró como se graba y arranque, era el momento. Y de hecho sería casi imposible hacer este disco ahora, porque la agenda de mis invitados es súper complicada, y en la pandemia todos estaban disponibles para participar”.

“La diversidad es un tesoro”

Spasiuk se refirió también a los orígenes del chamamé y su vínculo con la música folclórica: “de alguna manera uno lo que busca es su rostro en una tradición, yo nací en la tradición del chamamé y de la música del noroeste de argentina, en esas polkas y los rasguidos dobles y las chamarritas… lo que pasa es que, parte de ese repertorio quedo atrapado en un cliché y pensamos que esa tradición solo puede tocarse en ciertos lugares, y no vemos la historia que hay en estas músicas folclóricas nuestras: música barroca, el encuentro de lo mestizo con lo criollo, los pueblos originarios, la inmigración, hay tanta historia en ese noroeste argentino de donde se nutre esta expresión sonora que lo que yo hago es solo un rostro más de ese universo”.

En cuanto al lugar que ocupa el chamamé en el universo de la música, el acordeonista explicó que “hoy en día el chamamé es una música que se puede expresar de manera natural y libremente en cualquier escenario del mundo y sólo depende de nosotros y de cuanto nos esforcemos para lograr la construcción estética de calidad, y nosotros somos un país que tenemos un montón de referentes para mirarnos y seguir ese camino: Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Raúl Barboza, hay espejos en los cuales mirarnos y decirnos, no importa el instrumento y el lenguaje, quiero ir en esa dirección. Y la música de estos proyectos es el resultado de esa búsqueda”, sostuvo.

“Que el chamamé haya sido nombrado patrimonio cultural y material de la humanidad por la Unesco es preservar toda una cultura que se nutre de la diversidad, y demuestra que la diversidad más que un problema es un tesoro, y tenemos que regar y cuidar y nutrir porque estamos parados sobre un tesoro, somos parte de ese tesoro y no tenemos que olvidarlo”, remarcó el Chango.

Un reencuentro con la infancia

El músico recordó también su infancia y el primer contacto que tuvo con el acordeón, instrumento que lo acompaña desde hace más de tres décadas: “yo estaba enamorado del acordeón, hace 40 años ver un acordeón era como ver un iPad de última generación, brilla, lo tocas, suena, tiene nácar.. estaba fascinado, era un flash para mí. Mi papa era carpintero, tocaba el violín. Soy el menor de 6 hermanos e insistí tanto que a los 10 años mi papá me compro un acordeón, que lo voy a llevar a santa fe! Empecé a tocar a los 10 años, después lo vendí, y como 20 años después alguien lo encontró, lo compro y me lo regaló”, recordó Spasiuk.

El Chango rememoró que el primer chamamé que aprendió a tocar con el acordeón fue Siete Higueras, y que al recuperar su instrumento de la infancia grabó una versión de esa canción para su reciente disco: “En esta grabación en el living de mi casa dije “tengo que grabar esa primera canción que aprendí a tocar con este acordeón”. Cuando volvió a mí volvió bastante destruida, pero me impactó porque tenía cosas pegadas que yo había pegado de niño, casi 30 años después yo encontré cintas en el fuelle que perdía aire… En Santa Fe lo voy a llevar y lo voy a tocar en vivo y en directo para ustedes mi primer acordeón”, adelantó el músico con entusiasmo.

Luego, destacó el vínculo especial que estableció con su padre a través de la música: “Mi papá era carpintero pero amaba la música. Yo creo que la transferencia de mi padre más que enseñarme a tocar música me enseño a relacionarme con la música como un alimento…”, y explicó: “La gente de mi generación me va a entender mejor: el padre era un proveedor, el hombre que trabajaba, que traía el alimento, pero no conocías su mundo interior, su sentimientos, como niño era: ¿quién es este señor? Pero cuando niño, cuando mi padre tocaba el violín y yo tocaba el acordeón, percibía su mundo interior y su hambre por la música y su necesidad de ver donde se tocaba música en vivo, y era como si se sintiera a salvo del mundo al momento de tocar música”.

“Uno se tiene que enamorar de intentarlo”

Finalmente, Spasiuk analizó sobre las nuevas generaciones y su vínculo con el éxito, y destacó la importancia de la trayectoria, la disciplina y el esfuerzo: “Creo que las nuevas generaciones tienen que trabajar la frustración, pero no solo para los músicos, para cualquier disciplina. Lo más importante es la experiencia, y habría que desterrar la palabra fracaso. La vida no son las redes sociales, la inmediatez de las redes no tiene nada que ver con la vida, llegar a cualquier cosa importante lleva mucho tiempo, mucha disciplina y mucho esfuerzo, y uno se tiene que enamorar de intentarlo, más allá de los resultados. Es como decía Wiston Churchill: el verdadero éxito es ir de fracaso en fracaso toda tu vida sin perder el entusiasmo. La experiencia es lo único que vale, aunque la sociedad te esté pidiendo permanentemente resultados inmediatos, uno se tiene que enamorar de intentarlo: sea escribir, esa leer, sea cocinar, sea tocar un instrumento, sea desarrollar un proyecto, lo que sea. Yo tengo mi capacidad, mi mundo emocional, mis ideas, mi intelecto, mi fuerza física y allá voy, y lo intento y lo intento y todos los días celebro que tengo la capacidad de intentar. Después veremos los resultados de eso, pero lo que intento lo tengo que intentar con el corazón, porque un camino sin corazón es un desierto. Yo le pongo ficha a quien pone su corazón en lo que hace, y después dejarlo madurar”, analizó.

“Cuando yo empecé hace 20 años tocaba como podía, hablaba como podía, hacía lo que podía, y si hoy mi música suena como suena es porque hace más de 30 años que me levanto todos los días y lo intento. Hoy me gusta lo que hago y como suena, pero es el resultado de haber estado en el camino. Y quiero más, pero no tiene que ver con la ambición del mundo, tiene que ver que con lo que estas haciendo es preguntarte cual es mi pequeña acción en el mundo, mi pequeña acción constructiva para mí y todo lo que me rodea. Después vienen un montón de regalos inesperados, pero eso lo disfrutas si disfrutas de donde están tus pies. Lo dicen los sabios, estamos todo el tiempo esperando grandes milagros, y no nos damos cuenta que el milagro es respirar, querer caminar y que mis pies me lleven, querer hablar y que mi boca hable, y celebro poder charlar con ustedes y llegar a un montón de hogares, y ahí están pasando un montón de cosas, y me entusiasma saber que en poco tiempo voy a estar allí en la ciudad. Me conformo con eso todo lo que viene es un regalo extra”, concluyó Spasiuk. (Aire de Santa Fe).

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